Álex Rubio, un goleador de alta escuela
Desde la temporada 2006/07, en la que Félix Prieto anotó dos ‘hat-trick’, nadie en el Alcoyano había logrado el triplete. Una sequía que ha durado nueve campañas, rota por Álex Rubio, que el domingo contra el Reus comenzó a justificar la apuesta que hizo Palop en verano con sus tres goles en trece minutos. Delantero de alta escuela, quiere volver a ser ese jugador que cautivó a Míchel y al que hizo debutar en Primera con apenas 19 años.
El andaluz ha vivido más con 22 años cumplidos en julio pasado que muchos futbolistas en el final de sus carreras. Hijo de militar, nació en San Fernando (Cádiz) aunque siendo muy pequeño a su padre lo destinaron a Dos Hermanas (Sevilla), localidad en la que tuvo su primer contacto con el mundo del deporte jugando al baloncesto, después se pasó al fútbol sala, hasta que por fin dio el salto al fútbol. Llegó al Sevilla como infantil. En Nervión fue escalando categorías hasta debutar en Vallecas en la Liga Adelante. Fue Míchel quien le dio la oportunidad. Después vinieron dos convocatorias más y estrenó en el Sánchez Pizjuán contra el Valladolid. El cese del actual técnico del Olympique de Marsella y la llegada Unai Emery le devolvió al filial. En mitad de la temporada siguiente, una oferta de la Primera División chipriota le llevó a traspasado al Omonia Nicosia, con el que ha jugado la última campaña y media.
–¿Desde el debut en Segunda B con el Sevilla At. con apenas 18 años, tu carrera ha sido una especie de montaña rusa?
–Aquella época con Míchel de técnico del Sevilla fue muy bonita. Irte de casa para entrenar sabiendo que luego te ibas a cambiar en el mismo vestuario con Negredo, Reyes, Palop, Fernando Navarro… Fue como un sueño para mí. Nunca se me olvidará, ni tampoco mi debut en Vallecas y el partido que jugué en el Sánchez Pizjuán. También fui convocado un partido en el Calderón y otro contra el Espanyol.
–¿Y qué pasó?
–Simplemente que cesaron a Míchel, llegó Unai Emery y no contaba conmigo. Son cosas que pasan en el mundo del fútbol y hay que aceptarlas. Aquello me afectó bastante.
–Vuelves al filial, el año siguiente sigues en el Sevilla At. pero en enero recibes una oferta para marcharte al extranjero, justo cuando empiezas a perder protagonismo en el equipo. Llega el Omonia Nicosia de Miguel Ángel Lotina y acabas aceptando la oferta. Tienes 20 años y te vas del Sevilla traspasado.
–Todo fue muy rápido, me dieron dos días para pensármelo y creí que era una magnífica oportunidad para seguir creciendo como jugador. El transfer tardó en llegar y cuando por fin pude empezar a jugar había nuevo entrenador. No me arrepiento de esta etapa, la gente se portó conmigo fenomenal, el problema era la distancia. Me afectó bastante estar tan lejos de la familia. Empecé a no sentirme a gusto y lo notaba en el campo.
–¿Qué tal la liga chipriota?
–Hay seis o siete equipos con un nivel muy bueno, que perfectamente se podrían equiparar a equipos de mitad hacia abajo de la liga española y el resto son muy flojos, que aquí estarían en Tercera División.
–Siete goles en temporada y media no son números de un goleador.
–En Chipre no jugaba de delantero como lo hago en el Alcoyano. Me ponían en banda por la derecha, una posición en la que ya jugué bastante en el Sevilla At, aunque yo me considero más delantero y es donde más cómodo me siento.
–¿Entonces aparece la oferta del Alcoyano a finales de julio?
–Tenía claro que quería volver a España. Tuve ofertas de Segunda pero me pedían que esperara. Yo no lo veía claro, el Hércules también se interesó mucho por mí, pero surgió la propuesta del Alcoyano y no me lo pensé dos veces. Palop habló conmigo y me terminó de convencer. Coincidí con él en el Sevilla, sabía lo que podía dar y desde el primer momento me dijo que me quería como delantero
–¿No crees que has puesto el listón muy alto a partir de ahora con esos tres goles al Reus?
–Eso me dicen algunos amigos, que la afición a partir de ahora querrá que marque siempre, pero yo no me considero un goleador. En el Sevilla At. hacía una media de nueve o diez por temporada. Mi idea es superar esa cifra, aunque no me pongo una cantidad fija. Sobre todo creo que soy un trabajador. Me considero un luchador y sin trabajo sé que no se llega a ninguna parte.
–¿Olvidado aquel episodio de la expulsión contra el Llosetense?
–Totalmente. Fue una chiquillada y de los errores se aprende. El míster habló conmigo y no volverá a ocurri. Soy una persona muy temperamental. A medida que voy madurando comprendes que actitudes así no conducen a ningún sitio. En las categorías inferiores del Sevilla tuve bastantes problemas. Me expulsaban a menudo. Estando en el juvenil me pusieron en manos de una psicóloga que me ayudó bastante. Es en lo que más he mejorado en los últimos años.
–Una de tus aficiones son los tatuajes, ¿hasta dónde quieres llegar?
–Me estoy terminando un brazo y la ilusión es seguir en más partes del cuerpo. Son diseños maoríes. En el pecho tengo grabado en números romanos la fecha del fallecimiento de mi abuelo. Era una persona a la cual estaba muy unido y quería mucho. Sentí bastante su fallecimiento.
–¿Cómo ves al equipo?
–Muy bien, estoy convencido de que vamos a hacer cosas muy importantes esta temporada. Se nota que vamos a más. La gente también se está enganchando poco a poco, cada vez se ve más gente en el campo y en la calle se nota que hay más ilusión. Ser el equipo menos goleado te asegura sumar un punto cuando las cosas no vienen bien dadas cara a portería. Ahora hemos de pensar en ganar al Barça B y luego ya habrá tiempo de hablar del siguiente rival en el Collao.