El paro

El otro día escuché una de esas curiosas noticias que de vez en cuando emiten los mentideros nacionales, tanto hablados como escritos.

Un padre, cansado de tener a la criatura en casa, había decidido conseguirle un empleo estable, colocando un anuncio en la prensa. Ofrecía a su hijo para cualquier empleo de forma gratuita e incluso pagando si se terciaba, se supone que para colaborar en los gastos que implica el darlo de alta en la seguridad social.
Hay que aclarar que el muchacho no es un yonki, ni por supuesto ignorante. Tiene una carrera universitaria, aunque eso en una época en que los profesores se ven obligados a aprobar al 67% de sus alumnos si no quieren ser tratados de incompetentes, no significa mucho. Su título de abogado le hubiese permitido abrirse, sin muchos problemas y en algún partido emergente, la puerta de la política, pero probablemente no quiso involucrarse en este campo porque su estomago no da para tanto.

La estrategia del padre no está mal pensada. Veinte ofertas de trabajo han llegado a sus manos. Pues aunque el trabajo no abunda, ningún empresario es tonto y desprecia un mirlo blanco cuando le viene a mano. Desde luego el empleo, tal como se presenta, no es para toda la vida. Pero poder elegir entre veinte propuestas diferentes, a diferencia del NO-DO, no está alcance de todos los españoles. Con la que le convenga puede formarse, adquirir experiencia y prepararse para dar el salto en el momento que estime oportuno.

Dicen que en un principio se sintió incomodo por la iniciativa de su padre, pero ahora ya ha comprendido la jugada y como no cabía otra cosa le está eternamente agradecido.

Por otra parte el padre, cuya acción avala su inteligencia, tampoco debe ser cualquier cosa. Disfruta de una pensión de 2.500 euros, la máxima permitida actualmente, a excepción de la que cobran los políticos que se ponen la que quieren pues para ello, ya se lo guisan y se lo comen, y desde luego no han tenido que cotizar 37 años para obtenerla, pues en ese caso nunca la tendrían ya que no hay elector que los aguante durante tanto tiempo, salvo en contadas ocasiones.

La suculenta pensión del padre que le permite embarcarse en esta aventura, es el ejemplo de que los hijos, todos mileuristas, no conseguirán. Forjado en una época en que conseguir trabajo era relativamente sencillo, con unos sueldos comparativamente más altos que los actuales y una estabilidad en el trabajo que les permitía acceder a los créditos de las cajas de ahorros, permitía que casi todos tuviésemos casa y coche y algunos hasta una casita en el Baradello. El despido prácticamente no existía y si algún patrono quería despedir a un empleado por cualquier circunstancia, seguro que lo conseguía, pero a cambio de que la broma le costase la torta un pan.

Ha pasado tanto tiempo de ello que comienza a fallarme la memoria y ya no recuerdo quien gobernaba en aquella época.

¿Alguien puede decírmelo?

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