L’últim pet de l’orgue

Alcoy vuelve a estar en el mapa de la Generalitat, el mismo del que la ciudad de los puentes, los parques naturales, la industria, las fiestas y todas esas cosas de las que por aquí alardeamos, fue borrado de un plumazo para hacernos purgar años de viento en popa a toda vela y de pavonearse por los despachos de la Generalitat. La venganza fue terrible. Años negándonos el pan y la sal y años de enfrentamientos fratricidas entre familias peperas, nos convirtieron a ojos de la Generalitat en ‘l’últim pet de l’orgue’. ¿Hasta el pasado jueves? Esa, al menos, es la moto que nos han vendido y así lo expresaron Ximo Puig, el molt honorable, que calificó el momento como “un nou temps” y el alcalde, Toni Francés, que mostró su satisfacción por “el fin de 20 años de boicot”. Ya están tardando en demostrar ese nuevo escenario y en empezar a resarcirnos de lustros del más maquiavélico de los ostracismos a los que nos han sometido.

La visita del salvador Puig llegó en la misma semana en la a que los dirigentes del Casal les entró una extraña risa floja de la que todavía algunos no se han recuperado. Un juzgado ha desestimado la demanda contra los estatutos y la asamblea que eligió a Carlos Aracil presidente de l’Associació de Sant Jordi. La renovación de los diez mandamientos de la festa, aseguran desde la sede de la calle San Miguel, sigue su curso. Es justo y necesario. El Casal necesita “un nou temps” como diría Puig. Necesita actualizarse a riesgo de que alguien lo acabe viendo como algo desfasado, como ‘l’últim pet de l’orgue’.

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