Los calores playeros, con El Nostre, son menos
¡Vaya verano hemos pasado! Especialmente el mes de julio en Gandía, también en las playas cercanas, la gente, agobiada, no podía vivir. Y los mosquitos este año han trabajado a destajo, tanto que un servidor tuvo que acudir al ambulatorio del Grao para que una doctora me recetase una crema que apenas mejoró las numerosas picaduras que lucía –es un decir- mi cuerpo. En la llamada Ciudad Ducal el concejal socialista de Servicios Básicos, Miguel Angel Picornell, compareció ante los medios para informar a la ciudadanía que el Ayuntamiento estaba trabajando para minimizar la población de mosquitos, cuyo riesgo se dijo que era mínimo.
(Miguel Angel, ahora dedicado a la política de su pueblo, es un periodista amigo mío que fue defenestrado de Canal 9 hace unos diez años, junto a otros buenos profesionales por no mostrarse adictos al régimen pepero que llevó al desastre a la empresa, todo sea dicho sin ánimos de molestar a los peperos incombustibles que les suelen votar, hagan las barbaridades que hagan Rajoy y sus ministros, a quienes deseo una larga vida… pero lejos, muy lejos, a miles de kilómetros del gobierno).
La muerte de un señor –alguna información periodística lo calificó como un anciano cuando apenas tenía sesenta años. Entonces, los setentones largos, y los octogenarios, y algún nonagenario que aquí también los tenemos ¿qué somos?- provocó una relativa alarma social en la ciudad gandiense. El Ayuntamiento actuó de inmediato y se descubrieron algunos focos del mosquito tigre, ese que decían provocaba una enfermedad muy rara y de difícil pronunciación pero salvo ese pobre hombre que se murió los demás seguimos vivitos y coleando.
La monotonía playera –baño, sesiones de hamaca y algún que otro paseo pero con poca lectura y poca tele porque la prensa nacional, y las tertulias televisivas, cada día que pasa dan más “abranor”- en mi caso se rompía los sábados y si había retraso, los domingos, con la llegada de El Nostre a la librería de Vicent, un profesional vendedor de periódicos que tiene su local en primera línea de la Colonia Ducal que construyó quien fue presidente del Atlético de Madrid, Vicente Calderón. Vicent es un tipo singular que como buen librero conoce a casi todos sus clientes. A mí me fichó enseguida cuando le pedí “un diari titulat “El Nostre”. Me lo guardaba aparte porque algunas veces, aunque acudía a su puesto alrededor de las ocho y media de la mañana, ya había vendido un par de Nostres y es que los alcoyanos somos tan madrugadores que el primer día de nuestras fiestas mayores iniciamos los actos oficiales a las seis de la madrugada.
Vicent, un vendedor listo y muy nervioso, supo enseguida que un servidor era alcoyano así es que un día me confesó que “jo vaig estar enganxat a una xica d’Alcoi durant cuatre anys”. Aún se acuerda mucho de la Font Roja. Curiosamente el pasado domingo día 30 de agosto Vicent no recibió El Nostre. Después de remover toda la montaña de paquetes me dijo: “el teu periòdic no está”. Como ese día tenía que viajar con mi mujer hasta El Campello para visitar a su hermana, pues el domingo tampoco me faltó mi dosis de chauvinismo: compré El Nostre apenas llegar y aunque con su lectura los calores de la playa gandiense parecía que se atenuaban, en El Campello no fue así porque en este pueblo -por cierto, superpoblado de paisanos- el domingo el “caloret” apretaba.
Terminado el período vacacional ahora nos toca sufrir con la política. ¡Menudo otoño-invierno nos espera¡. No sé por dónde empezar. A diario todo el mundo está despellejándose ante los micrófonos y la ciudadanía aguantando lo que nos echan. De los muchísimos asuntos políticos que podrían resolverse, uno se solucionaría enseguida dándole la independencia a Cataluña. No es cuestión de reunirse, y mucho bla bla bla, a los catalanes les podrán conceder todos los beneficios y las exenciones que quieran, pero siempre exigirán más y más y más. Con la independencia catalana además de acabar con tantas discusiones inútiles el primer beneficiado sería el Real Madrid que podría ganar la liga casi siempre.