La moto de Travolta. JORGE SEDANO. Portavoz de Ciudadanos en el Ayuntamiento de Alcoy

Soy mediterráneo, por nacimiento, por carácter, por convicción y casi por devoción. Soy Mediterráneo de ceja a oreja y del codillo al tobillo. Me gusta Serrat, me gusta el sol, me gusta el vino (no el peleón ¡que ése también!, pero en versión tinto-verano). Y las mujeres también me gustan ¡si quieren miento y les digo que no! Por cierto, y la juerga y los saraos, en su justa medida, también me gustan. ¿Y a usted?. ¡Por cierto! ¿hay “justa medida” para todo esto del vino, las mujeres y los saraos? Y si hay, ¿quién carajo la ha medido y cómo se aplica la justa medida? ¡Vaya usted a saber!

Y esto viene a cuento de nuestros tocayos de litoral: los griegos. Siempre me he sentido cercano a los griegos/as. No me pregunten por qué, pero es así. Será porque son cuna de nuestra civilización, será por la fuerza de sus tradiciones. Será por el indescriptible azul de sus ventanas y puertas, o por las paredes rugosas preñadas de un blanco enardecedor y sensual de sus casas. ¿Será por el yogur?, o quizá sea, simplemente, por el recuerdo de ver a mi mujer disfrutando por enésima vez y pico con “Mamma Mía”, mientras yo me dejo llevar por la magia, ñoñera pero entrañable, que rodea la casa en la que se rodó la película con la que más palomitas recuerdo haber rumiado en el sofá, seguida por Pretty Woman.

Hermano, siempre hermano, qué no primo, es como quiero sentirme con los griegos/as y el resto de europeos/as en esta Europa de escayola que a base de parches estamos construyendo. Errores muchos, problemas también muchos, pero en el asunto europeo, yo me siento como Ortega, que fue un gran visionario de la Europa social: Europeos sí o sí, pase lo que pase. Ese es nuestro presente y nuestro futuro. Una Europa de los “ciudadanos” y no de los gélidos tecnócratas que van siempre al número “pelao” sin importarles demasiado “el pobre pelao” que hay, en muchos casos, detrás de los números del B.C.E.

Grecia no puede salir del Euro ni de Europa. Eso es un lujo económico que Europa, no nos engañemos, “sí se puede permitir”. Pero eso, es también un fracaso social que los ciudadanos europeos, alemanes incluidos“no nos podemos permitir”.

Estos días, como siempre, se ve el plumero ideológico a unos y otros. Los demagogos, como siempre, a lo fácil: pobres griegos, Europa es una madrastra. Pobres víctimas de Europa. Otros, en el otro extremo de la cuerda, tiran de ella, la tensan y opinan que “hasta aquí llegó la nube”, que los griegos paguen lo que deben y a otra cosa. Y yo me pregunto ¿no hay un término medio?

Ni la Troyka puede ser tan dura como una roca con el pueblo griego, ni los griegos pueden seguir viviendo a la griega. Mediterráneos sí, pero los dirigentes griegos deben ser conscientes de que corren tiempos de tomar medidas inaplazables en su ruinosa economía. Un sistema económico y social caduco, chanchullero y ruinoso a todas luces. No hay que olvidar que van ya varios rescates y todo tiene un límite. El drama real de Grecia tiene nombre y apellidos: Gobiernos nefastos y nepóticos copados de élites irresponsables que han fomentado la subvención, el chanchullo y el clientelismo. Todo ello ha llevado al país a una baja productividad, y a una relajación exasperante, a todas luces, para tomar las decisiones necesarias en un mundo competitivo, pragmático y con unos socios cruzando el Mediterráneo a otra velocidad de crucero.

Es verdad que el carácter mediterráneo necesita, necesitamos, nuestro tiempo para entrar en vereda y acercarnos a los gélidos estándares de productividad y austeridad de germanos y cía. A los españoles también nos ha costado mucho. Pero la diferencia es que aquí, pese a la grave crisis política y económica, los ciudadanos hemos apretado los dientes y algo más. Hemos tragado mucha quina, y perdido muchos derechos sociales por el camino. Pero ahí estamos. Sufriendo, pero siendo conscientes de nuestra corresponsabilidad con Europa y cumpliendo.

Hace unos días en un reportaje en la televisión sobre el calamitoso estado de Grecia se veía cómo, sin ningún rubor, todo el mundo en un bar fumaba delante de las cámaras, en una envolvente nube de humo como en cualquier película de Berlanga. Durante el programa, a un griego “guapote” con aires de cuarentón travolteño, el periodista le preguntaba por qué no llevaba puesto el casco de la moto que llevaba entre las piernas. El muchachote le respondió: Es que nosotros los griegos somos un poco “relajados” para eso de cumplir las leyes…

Pues eso, que viva el Mediterráneo. ¡Que sí! Que, pese a todo, me sigue gustando más la sonrisa del dimitido Varoufakis, que la languidez sosera de la Merkel. Pero ya va siendo hora que se empiecen a aplicar, en primer lugar, los dirigentes griegos en materias tan importantes como la cultura del esfuerzo, del trabajo y de corresponsabilidad con el resto de europeos, así como que se apliquen también en el acatamiento de leyes que nos son comunes. Si a los griegos no les gusta el casco en la moto, a mí tampoco, pero me lo pongo en la moto y en la bici, como dicen algunos “por imperativo legal”, porque lo manda la ley. Si a los griegos no les gusta que les prohíban fumar en los bares, a mi amigo Juan, tampoco: pero Juan nunca fuma ni en los bares, ni en la Filá (ni siquiera en las noches de ensayo). Y también lo hace, no por gusto, sino por imperativo legal. Porque a a mi amigo Juan, fumar le gusta más que a un carretero.

El refranero dice: “La buena vida es cara. Hay otra más barata, pero esa, esa…¡ ya no es vida!”. Quien quiere buena vida la tiene que pagar. Y si la financia… también. Lo peor de este mal rollo de la economía griega es que, como siempre, pagan justos por pecadores. Y ya se sabe, después de la quiebra de un país, siempre, lo pagan los mismos: el pueblo llano, los de abajo, los que realmente no tienen culpa de nada. ¡Mamma mia! ¡Mala barraca!

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