Mansenfoyuti
Creo firmemente que somos lo que pensamos. Creo que lo que pensamos se refleja en nuestro comportamiento, en nuestra forma de encarar la vida. Creo que no es bueno instalarse en el pasado, pero es fácil hacerlo si el futuro viene vestido de grises. Creo, por encima de todo, en que la actitud se puede modificar, a poco que pongamos algo de nuestra parte.
Por lo tanto, ahora que, (¡por fin!) llegarán los días nublados, las hojas de los árboles serán alfombra para nuestras pisadas y los días se acortarán, –o quizás recortarán– como si el ministro Wert los hubiera confundido con becas para estudiantes. Ahora digo, que aún es pronto para echar de menos el verano, pero que ya vamos adivinando al invierno que espera agazapado… me unto bálsamo para el alma, trayendo conscientemente a la memoria algunos momentos de aquellas épocas en las que la vida tenía sabor a chicle de fresa y banda sonora de risas.
Supongo que, el hecho de recordar, es un mecanismo para conjurar los tiempos actuales, para aceptar que el vinagre también tiene buen sabor si se usa como aliño y para asimilar que el llanto nos libera de presiones retenidas.
Los recuerdos se pueden confundir con “batallitas de abuelo Cebolleta”, algo que, muchos jóvenes lectores de El Nostre puede que no sepan qué significa. Mis hijos no lo sabían y cuando se lo explique me dijeron:
– Ah, vale, lo que haces siempre…
Un día de estos los mato.
Una batallita, es un relato breve e informal en el que una persona cuenta acontecimientos de su vida que considera especialmente importantes o por los que siente un gran cariño. Pero para que se conviertan en batallita, se deben dar por lo menos dos circunstancias: Que el que las escucha, considere las anécdotas pasadas de moda, antiguas, obsoletas… y que el contador de la anécdota o “abuelo Cebolleta” no tenga mesura a la hora de contar sus recuerdos, haciendo que el oyente huya como si le quemara la sombra cada vez que se lo cruza por cualquier pasillo.
Pero en ocasiones, los recuerdos acuden a nosotros sin ser previamente convocados y todo esto viene a cuento de que, –sin venir a cuento– el otro día estaba tendiendo la ropa, cuando de pronto me escucho a mí misma cantar:
Ma, ma, ma…
Mansenfoyuti tu eres ancla, florece yuti, mansenfoyu ahu ahu
La sinagoga, Doménica la chacha, pagó la tata, mansenfoyu ahu ahu.
Y claro, me entró la risa floja. La risa floja por la absurda e infantil cancioncilla y el estupor por haberla recordado. Me vi de pronto, con mi compañera de clase interpretando la tonada a dos voces y coreografiándola con las manos. Pero lo mejor fue que, como en un tren de montaje, fueron aflorando más canciones de ese estilo y lo pasé tan bien, que hoy quiero contarlas aquí, esperando que no las consideren “batallitas”.
Puestos a recordar y reconociendo que me he tenido que documentar, porque de muchas no recordaba las letras completas, tendría que destacar estas:
Soy capitán, soy capitán
De un barco inglés, de un barco inglés,
Y en cada puerto, tengo una mujer.
Curiosamente, no parecía importarnos que al capitán le pareciera fenomenal la rubia y las morenas nos conformábamos con el despreciativo “tampoco está mal”
Tengo unas tijeras que se abren y se cierran
Yo toco el cielo, yo toco a tierra
Yo me arrodillo y me salgo afuera.
Ésta era canción de comba. Me recuerda a la última legislatura, por las
tijeras digo…
Han puesto una librería,
Con los libros muy baratos, con los libros muy baratos;
Con un cartel que decía:
Aquí se vende barato, aquí se vende barato.
La canción muy antigua, pero la publicidad sigue vigente, lo que ya no
es socialmente correcto es el segundo estribillo…
Padre deme usté la capa,
Que me voy a torear, que me voy a torear;
Que me han dicho los toreros,
Que el toro me va a matar, que el toro me va a matar.
¡Con el toro hemos topado! Calla, calla. Hay que ser Sabina para dejar
sin palabras a quién quiera profundizar en el tema.
La chata merenguera, huit, nou, deu
Como es tan fina, trico trico tra
Como es tan fina lairó lairó lairó lairó lairó, lairó.
Se pinta los colores huit, nou, deu
Con gasolina trico trico tra
Con gasolina lairó lairó lairó lairó lairó, lairó.
Sí, lo sé, casi todas ellas entran dentro de la categoría de “sin sentido”, ¿pero no es así también gran parte de la vida misma? Lo digo porque hoy me he desayunado con la noticia de que los laboratorios Labiofam están creando dos perfumes cuyos nombres serán “Che” y “Hugo”. Hugo, ya teníamos uno, apellidado “Boss”, pero este se apellida “Chávez”. Ya no hace falta que avise de que “Che” no hace referencia a la tan valenciana coletilla, sino al revolucionario de la boina.
Los artífices del asunto, desean que los aromas hagan pensar en atributos como heroicidad o gallardía. Y yo creyendo que con los cítricos, florales, maderas y especias ya había bastante… Y yo pensando que el slogan “¿A qué huelen las nubes?” ya suponía un gran enigma… ¡Ilusa!
Ahora me planteo dos cuestiones: El olor de las fragancias “revolucionarias” ¿logrará mejorar la calidad de vida de la maltratada población cubana? Y otra… ¿Sucumbirá Pablemos a la cultura del perfume?
Yo no sé cómo lo hago… ¡pero me lo paso bomba!