Las mejoras de la EPSA. Instinto de supervivencia.

La puesta en marcha de las nuevas instalaciones de la Escuela Politécnica Superior de Alcoy (EPSA), formadas por un gran edificio que acoge un pabellón polideportivo cubierto de tres plantas de aparcamiento, dos de gimnasio y otras dos plantas de laboratorios, además de una terraza y zonas de servicios, han mejorado el campus de nuestra escuela universitaria. Los más de trece mil metros cuadrados que suma el edificio ha sido construido al borde de un enorme desnivel del terreno y al lado de lo que fue una gran fábrica de géneros de punto creada por el industrial alcoyano Enrique Carbonell Antolí a comienzos del siglo XX, que junto con la otra gran industria emblemática de la misma especialidad, fundada enfrente por José Ferrándiz Belda, ambos edificios conforman hoy la EPSA, dependiente de la Politécnica de Valencia.

Creo que este extraordinario complejo al servicio de la politécnica alcoyana constituye un homenaje más al espíritu de supervivencia de un pueblo como el nuestro, que desde su misma fundación hace más de siete siglos hasta hoy está luchando contra la hostil orografía que le rodea para crecer, y en no pocos casos simplemente para sobrevivir.
Desde la ubicación de industrias en las márgenes de los ríos Molinar y Barxell o Riquer para crear energía hidráulica y dar trabajo a sus habitantes hasta la construcción de viviendas para refugiarse, aquí nos hemos pasado siglos desmontando tierras y construyendo muros de contención para nivelar o evitar el deslizamiento de los terrenos.
Sí, los alcoyanos, los de hoy y quienes nos precedieron en siglos pasados, hemos jugado siempre con cartas perdedoras en la partida del desarrollo industrial o urbanístico, y por tanto económico, por culpa de carecer de terrenos adecuados que nos facilitaran el crecimiento. Por eso hay tantos puentes en Alcoy, para salvar barrancos y depresiones orográficas que en otras partes no existen y por este motivo nuestras industrias emergentes, sobre todo textiles y alguna papelera, llevan más de cincuenta años huyendo hacia otros pueblos cercanos en busca de espacios más o menos llanos pero más baratos.
Por otra parte la mayoría de nuestras fincas urbanas exigen desmontes, en ocasiones espectaculares, para construir cualquier edificio. Como es el caso del formidable complejo que acaba de inaugurar la EPSA.

Este enorme bloque de servicios universitarios obligó a extraer muchos miles de metros cúbicos de tierras. El nivel que tenían los terrenos que forman las calles Capellá Navarro y Alarcón a comienzos del siglo XX puede comprobarse muy bien porque justo enfrente de la puerta principal de entrada al pabellón deportivo recién inaugurado todavía se conserva un pequeño montículo sin desmontar, ubicado a espaldas de una vivienda de Capellá Navarro.

Aquella parte de la ciudad estaba formada por una larga colina que el pico y la pala rebajaron a los niveles que hoy tiene y esto se comprueba sólo con contemplar la fotografía que ilustra la página 280 de la guía de Alcoy de Remigio Vicedo publicada en 1925. Esto demuestra la voluntad de un pueblo por superar las dificultades físicas que le rodean y el tiempo y dinero que debió invertir para poder crecer.

Pero esta admiración mía se hace extensiva hacia los dirigentes de la UPV, por su voluntad, en los pésimos tiempos económicos que padecemos, para dotar al campus alcoyano de unas infraestructuras imprescindibles para el desarrollo de la escuela. Las pocas voces que en su día se manifestaron en contra de trasladar la EPSA desde el Viaducto hasta los edificios de las dos históricas empresas textiles, ejemplos de la espléndida arquitectura industrial del siglo pasado, decían que la zona carecía de aparcamientos e imposibilitaba la creación de un campus clásico –campos de deporte, jardines, zonas verdes…–.

Pero vivimos en Alcoy y aquí este lujo de campos de deporte alrededor de la universidad no era posible. Incluso los cuatro grandes parques públicos que impulsó el alcalde Pepe Sanus están llenos de desniveles y todos sabemos cuánto costó crear, y ampliar, el Francisco Laporta, un polideportivo con muros de contención, escaleras, cuestas… que me parece es único en su género. Parques, polideportivos y ahora el campus universitario nacen del instinto de supervivencia de un pueblo. Aún estamos vivos.

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