La otra cara de la AVL
Hace 750 años, curiosamente, los valencianos y catalanes hablaban el mismo idioma: el occitano. Aun así había discrepancias pues unos opinaban que en Cataluña y Baleares si lo hablaban, pero en Valencia, la franja orientas de Aragón y Lérida lo que hablaban era el lemosín.
De todas formas “aquello” poco se parece a lo que hablamos actualmente. Con el tiempo la lengua evoluciona y la que se hablaba en el principado, ya en el siglo XIV, comenzaron a llamarla catalán y la que se hablaba por estos lares: valenciano.
Esta última tuvo un periodo de gran esplendor durante su siglo de oro, como le ocurrió al castellano, no así al catalán y después decayó, sin que Felipe V tuviera mucho que ver.
El catalán nunca salió de su languidez, hasta que Pompeu Fabra, un químico reconvertido a lingüista, decidió dar el espaldarazo definitivo a un catalán moderno, apoyándose en el dialecto barceloní repudiado por los restantes catalanes y que solo se hablaba en la capital. De eso hace solo cien años.
Hasta los mismos catalanes se vieron sorprendidos por esas nuevas normas que se les imponía; pero a base de dinero y el apoyo político incondicional terminaron por triunfar.
A los catalanes en general les importa un pimiento que aquí hablemos el valenciano, pero a los políticos les interesa que todos hablemos el mismo idioma como base para la constitución de los Países catalanes o como ellos dicen la gran Cataluña.
El primer intento de globalización vino con las llamadas Normas de Castellón del año 1932. Allí involucraron a los valencianos afines y algunos filólogos como el Padre Fullana, que inicialmente firmó el acuerdo, pero cuando se dio cuenta que lo único que pretendían era imponer la morfología, la sintaxis y la ortografía catalana, se desligo inmediatamente y se convirtió en su principal oponente.
La guerra civil, y lo que vino después, aparcaron el proyecto catalanizador hasta que las aguas volvieron a su cauce. La AVL ha sido el segundo y definitivo intento para terminar, incluso hasta legalmente, con el valenciano.
Su constitución no hacia ni puñetera falta pues los valencianos, con la Rat Penat y la Academia de Cultura Valenciana, teníamos aseguradas la continuidad del valenciano. Pero lo que se trata es imponer el catalán y la creación de la AVL resultaba imprescindible para anular a las anteriores.
Lo que debía ser Academia de la Lengua Valenciana se convirtió en AVL por iniciativa del Sr. Pujol, no el central del Barça, sino el honorable que gobernó Cataluña durante un largo periodo de tiempo para poder dejar bien colocada a su numerosa prole. Todo ello como pago al gobierno de Aznar que entonces no gozaba de la mayoría absoluta. Como a Zaplana, que era el que mandaba en esos momentos por estos lares y cartagenero de pro para más señas, el valenciano le importaba un pimiento y no tuvo ningún reparo en aceptar cuantas condiciones le impusieron los catalanes, aunque solo fuera para hacerle la pelota a su jefe. Para cubrir las apariencia se aseguró la presidencia, momentánea, de la Academia y una ligera mayoría pro valencianista al incorporar viejas glorias de la Rat Penat y la RACV. Tan viejas eran que algunos no podían acudir ni a las sesiones ordinarias por achaques propios de su edad y cuando llego el otoño de sus vidas, cayeron como las hojas de un platanero. Los catalanistas jugaron sus bazas y con las nuevas incorporaciones para cubrir bajas y algún que otro infiltrado consiguieron la presidencia e incluso la mayoría. Mientras el gobierno valenciano del P.P. continuaba en la inopia.
Poco a poco han modificado el valenciano hasta convertirlo en catalán, se han metido en las escuelas, en la administración y desde la universidad, que siempre les ha apoyado porque la tienen copada, lo dominan todo. Para colmo hasta los sainetes alcoyanos quieren que los escribamos en catalán.
Hasta ahora pronunciar la palabra lengua valenciana les producía sarpullidos en todo el cuerpo, pero como llamarla catalana, no se atrevían, la denominaban “La nostra llengua” o “la llengua propia”. Ahora ya se han quitado la máscara y a la chita callando en el nuevo diccionario ya la igualan con la catalana, cosa lógica y cierta teniendo en cuenta los numerosos cambios que han realizado, pues a la valenciana, fuera de ciertos ámbitos, ya no la conoce ni so madre; para que en un plazo no muy lejanos y cuando los “idus de marzo” les sean propicios prescindir definitivamente de ella.
Esto ha levantado las iras del P.P., por lo menos en apariencia, y amenaza con echarlos a todos a la calle. El problema es que la metedura de pata no se puede deshacer porque para clausurarla se precisa una mayoría que el P.P. difícilmente puede alcanzar y los partidos progresistas, todos pro catalanistas, difícilmente lo permitirán. Si los de Canal Nou hubieran sido igual de listos otro gallo les hubiese cantado.
Otra posible solución sería ahogarlos económicamente, pero supongo que no servirá de nada. Resistirán estoicamente hasta que los tiempos cambien o la crisis termine y pueda volver a llegar los ríos de oro desde el norte del Cenia.