El “talent show” de las bandas de música

Nuestra sociedad de la comunicación, abanderada por canales de TV en la que reinan los “talent show” (que van desde Gran Hermano al Festival de Eurovisión), ha insertado en nuestro gen cultural la necesidad de enjuiciar sin criterio los procesos de selección y eliminación de cualquier ámbito que nos atañe, otorgando una potestad inmerecida al espectador que sin conocimiento específico no duda en ejercer. Estos programas son un gran negocio y entienden que involucrar al público con sus votaciones les ofrece credibilidad por ser “democráticos”. Realmente buscan generar unos grandes beneficios económicos sin importarles hacernos creer que en tan sólo unas semanas se puede conseguir un genio de la canción, de la costura, de la cocina, etc.
Esto tiene repercusión en la vida diaria porque se busca lo inmediato, el éxito a toda costa y rápido. Incluso existen ya muchas academias que preparan a los candidatos a asistir a los procesos de selección de estos programas. Si llegan a participar activamente en ellos, adquieren gran popularidad pero son flor de un día, sirven como un producto televisivo de consumo: de usar y tirar.
Todas las actividades que requieren de mucho tiempo para adquirir destreza y conocimientos se ven perjudicadas, muy especialmente el mundo de la Educación y de la Cultura que requieren de largos procesos de asimilación física y mental. Hemos dejado de ser una sociedad que valora la cultura del esfuerzo, lo que unido al cortoplacismo de los políticos, nos conduce al declive de las humanidades y de las actividades culturales.
Las bandas de música, afortunadamente no todas, convierten el proceso para cubrir la vacante de director musical en un talent show. Recientemente, hemos tenido un caso en Alcoy: el sábado 10 de octubre de 2020 la “Vella” ofreció un concierto en el Anfiteatro “Amando Blanquer” de la Zona Norte de Alcoy bajo la dirección de sus tres aspirantes a ocupar la plaza vacante de director titular, tres candidatos de distinto perfil, edad y trayectoria. Pienso que ni la comisión creada a tal fin ni la directiva han estado finas. Primeramente hay que tener claro qué tipo de banda se es, qué tipo se quiere ser y ver con qué perfil de candidato se puede llegar a ello.
La Vella ha sido la casa de Juan Cantó, de Camilo Pérez Monllor, de Camilo Pérez Laporta y de Amando Blanquer entre otros, es decir, una institución emblemática.
La veteranía tenía una buena opción: la del experimentado Eduardo Terol, reconocido clarinetista y experto en las tareas de dirección y organización, la juventud bien preparada la podían encontrar en Enrique Montesinos, que me sorprendió gratamente con una musicalidad, gestualidad y energía muy interesantes, el tercer candidato proviene del mundo amateur.
Para hacer una prueba a los directores, desde mi punto de vista hacía falta un repertorio que resultase exigente para ellos, con calderones, cambios de compases y de tempi, compases dispares… No parece los más adecuado programar obras que se dirigen en compas de 2/4, como los pasodobles, marchas moras y cristianas.
Puedo opinar de estas cuestiones y del comportamiento de los músicos porque me dedico a formar músicos durante cuatro horas al día y sé leer actitudes y comportamientos.
El elegido ha sido Francisco Valor, elección amparada por votación general, innecesaria, porque la directiva ya fue elegida democráticamente, tan sólo pretende eludir su responsabilidad escudándose en que se ha sometido a votación.
¿Pueden votar músicos sin apenas estudios a profesionales de la música? Mejor hubiera sido tener un proyecto, votarlo para saber el respaldo que tiene y posteriormente hacer la selección del director. Una comisión puede ayudar si es totalmente independiente, estudiar el perfil del director y elevar sus conclusiones a la directiva que es quien tiene que tomar la decisión.
¿Cuál será el futuro de la banda?
Creo que la Primitiva comete con esto un error histórico. Ha preferido a un músico de moda por sus composiciones festeras, aunque provenga del mundo amateur que a dos profesionales con estudios reconocidos, con la conciencia de conocer la historia de la entidad y de quienes han sido sus directores, de los compositores salidos de la casa y de su rico archivo. No se trata de un problema de “titulitis”, provengo de una época en que un título superior te habilitaba para opositar y acceder a la docencia y a la interpretación orquestal. Entiendo que la práctica musical es transversal y que alguien con un título instrumental también puede dirigir o componer. Es cierto que ha habido épocas en las que la mayoría de directores eran autodidactas, aún así la primitiva contaba con músicos profesionales, pero la sociedad actual ha credo una red de estudios reglados y demanda titulaciones cada vez específicas y especializadas.
¿Cuantas veces en un talent show ha triunfado el ganador, se ha consumado y ha perdurado en el tiempo?
Como Alcoyano espero que esta sea la excepción, como músico con un largo bagaje, lo dudo mucho.

“Para que triunfe el mal basta con que los hombres de bien no hagan nada”. Edmund Burke

Francisco Amaya Martínez es profesor de Orquesta del Conservatorio Profesional de Música de Torrent (Valencia) . Profesor del Máster de “dirección artística de sociedades musicales” de la Escuela superior de música de alto rendimiento ESMAR.

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