Las horcas caudinas

Las elecciones del 26J dejaron a millones de españoles de los nervios cuando en realidad los comicios demostraron, una vez más, que el pueblo es sabio a la hora de votar. Aunque quienes votaron al PP no se cansan de repetir, junto con su propio gobierno, que el partido de Mariano Rajoy fue el más votado, y este hecho piensan que debería autorizarles a continuar gobernando, la lectura de los resultados electorales es muy diferente de cómo la juzgan quienes les interesa que el PP continúe en el poder. Que el pueblo es sabio no puede dudarse: quiere que Mariano Rajoy pacte con otros partidos.

A la vista de los comicios, éstos dicen que el PP consiguió 7.890.814 votos pero olvidan que 15.234.261 de votos, correspondientes a los restantes once partidos políticos que participaron en la convocatoria electoral, no votaron al PP, por lo tanto no quieren que gobierne. Otro sí: los millones de personas que se abstuvieron de votar por lo motivos que fuesen tampoco querían que gobernara, ni Rajoy ni nadie. Y desde el punto de vista lógico, incluso ético, que ocho millones de votantes manden sobre veintiocho, suma de la totalidad del censo electoral, es una injusticia.

Pero la ley es la ley así es que el partido más votado, al no alcanzar la mayoría absoluta debe pactar con otros partidos para poder gobernar y aquí comenzó el PP a sufrir. Mariano Rajoy y su gobierno durante cuatro años han hecho y han aprobado lo que les ha dado la gana y con sus mayorías absolutas en Parlamento o Senado las señorías peperas sólo estaban para aplaudirles con entusiasmo. El PP ha estado gobernando España a base de decretos ley, en contra de la inmensa mayoría de españoles y eso ahora toca pagarlo. Es más, con su mayoría absoluta en el Parlamento frenó la comparecencia del presidente del gobierno para hablar de corrupción y eso durante más de cien peticiones de los grupos en la oposición.

A la derecha española en general, y al señor Mariano Rajoy en particular, no solo les molesta pactar con sus rivales, es que nunca aceptarán sujetarse a opiniones ajenas a sus creencias políticas, económicas y hasta religiosas.

Cuatro “maravillosos” años con mayoría del PP en el Parlamento y en el Senado les han marcado. (Cuando pienso en esas ansias de gobernar de la derecha tras años deseando desbancar a los socialistas valencianos siempre me viene a la memoria Vicente González Lizondo, el primer presidente del PP en las Cortes valencianas como resultado del llamado “pacto del pollo” por el cual Unión Valenciana le dio los votos que necesitaba Eduardo Zaplana, en 1995, para gobernar con mayoría absoluta. Cuando González Lizondo se sentó en el sillón lo primero que dijo fue “I ara anem a governar”. Cuando escuché estas palabras un sudor frío recorrió por mi espalda; iban a cambiarlo todo para iniciar las obras faraónicas, el desmadre económico, el saqueo de instituciones, bancos y Cajas y la corrupción que el PP ha llevado a la Comunidad valenciana a lo largo de veinte años de mayorías absolutas).

Cuando escribo este comentario, camino de la playa pero no de vacaciones porque los jubilados las tenemos todo el año, desconozco si Mariano Rajoy, para poder ser investido otra vez presidente del gobierno, habrá aceptado fomentar el empleo digno y estable, y habrán mejoras para la sanidad pública y para el controvertido y maltratado sistema educativo, si aceptará no boicotear más esas leyes de Zapatero que hasta el Papa habría firmado como fueron la de Dependencia y la de Memoria Histórica, e incluso revisará unas leyes laborales que si no se mejoran serán futuro caldo de cultivo de huelgas sin fin…

Desconozco si Rajoy habrá conseguido cerrar algún pacto para su investidura. Lo dudo. Este político es el peor presidente que ha tenido el gobierno español, aunque a algunos les conviene que siga porque bajo su capa han medrado muchos. Mientras, veteranos políticos socialistas y algunos intelectuales progresistas le piden al líder del PSOE, Pedro Sánchez, que se abstenga para permitir que Rajoy forme gobierno. Le piden que pase por las horcas caudinas o sea, a sufrir la vergüenza de hacer por fuerza lo que no se quiere. Sánchez debe votar no. Rajoy jamás cederá ni una mínima parte de lo que le han estado reclamando todos -¡todos!- los partidos del arco parlamentario durante los últimos cuatro años.

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